lunes, septiembre 16, 2024

Pablo Neruda, un premio Nobel sudamericano. Por José Narosky


“No podemos alcanzar el cielo. Pero intentarlo, ya es acercarse”.

Si dijese que me voy a referir hoy al poeta Ricardo Neftalí Reyes, no despertaría el interés de los señores lectores. Por eso aclaro que aludiré a Pablo Neruda, el gran escritor chileno, que utilizó ese seudónimo. No dudo que interesaría más.

Murió Neruda un 23 de setiembre de 1973, pero quizá podría decirse que tuvo, metafóricamente hablando, tres muertes previas: una de mañana, una de tarde y una por la noche.

Una en la mañana, en que robaron e incendiaron por razones, digamos políticas, su residencia en Santiago de Chile.

Otra muerte de tarde, en que allanaron su residencia veraniega en Isla Negra, a 180 Km de Santiago y prácticamente lo arrastraron esposado hasta un establecimiento carcelario.

Y una por la noche, en que un decreto oficial prohibió la edición y lectura de todo poema o libro suyo. Se adivina que las tres situaciones las vivió como muertes parciales.

Neruda, hijo de un modesto obrero portuario, había nacido en la pequeña localidad de Parral –Chile-, un 12 de julio de 1904, el mismo día en que cumplía veinte años un gran pintor italiano que él admiró: Modigliani.

Su madre, una débil muchacha chilena maestra de escuela, murió de tuberculosis cuando Pablo Neruda tenía sólo 45 días de vida.

El decía a un periodista chileno, que llovía el día en que nació. Y también llovía una tarde en la que teniendo solo 10 años, sintió la necesidad de escribir un poema sobre la lluvia y lo hizo.

Y llovía también, el día en que vio llegar al liceo de Temuco cerca de Parral, donde cursaba el colegio secundario, a una mujer seria de unos 37 años, vestida con pollera larga y zapatos de taco bajo que había sido designada directora de su escuela.

El no podía adivinar en ese momento 2 cosas fundamentales para su vida, la primera que esa mujer, la nueva directora, le despertaría para siempre el amor a los libros y la segunda que le tocaría a él ser uno de los dos chilenos que ganarían en premio Nobel de literatura. El otro chileno, chilena en este caso, era esa directora de la escuela de su pueblo, que se llamaba Lucila Godoy y que pasó a la posteridad con el seudónimo de Gabriela Mistral.

Se dio el caso que la poesía de Neruda por su sencillez –que no significa falta de profundidad- pero sencillez no es simpleza, era leída por todas las clases sociales.

Se comentaba también, que muchos obreros de las fábricas, algunos de poco nivel intelectual, recorrían las páginas de sus libros, quizás como único escritor que habían frecuentado.

Neruda fue muchas cosas como todo hombre de talento. Ejerció la diplomacia desde sus jóvenes 23 años, llegando a ser embajador de Chile en Francia y cónsul en España, en México e incluso en Buenos Aires, cuando tenía 29 años.

Hace poco tiempo, un gran escritor también chileno, Antonio Scarmeta escribió un libro sobre la vida de Pablo Neruda, en su residencia de Isla Negra, junto al mar. Lo tituló “Ardiente Paciencia”. Sobre ese libro se hizo una hermosa película italiana que se llamó Il Postino (El Cartero). La protagonizó un actor francés Phillipe Noiret.

El film tuvo un gran éxito de público y posibilitó que las jóvenes generaciones conocieran mejor al poeta.

Neruda, que se casó tres veces, la segunda con una argentina, Delia Del Carril, publicó numerosos libros, la mayoría de poemas.

El más importante, se considera a “Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada “.

Lo escribió teniendo sólo 20 años, lo comenzó un 5 de junio de 1924. !. Quien no recuerda.
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche

Yo la quise y a veces, ella también me quiso…”

A los 41 años obtuvo el Premio Nacional de Literatura de su país y a los 67 el Premio Nobel de Literatura.

Un 23 de septiembre de 1973, Neruda yacía en su lecho de moribundo.

Le pidió a un amigo que le leyera uno de sus libros, en los que Neruda había escrito este verso.

“Estoy naciendo con la primavera… “. Comenzó leyéndole el amigo.

El gran poeta, muriendo prácticamente, lo interrumpió diciéndole:

-¡Qué error he cometido! ¿hoy es 23 de septiembre. Verdad?

-Sí, respondió el amigo. ¿Pero cuál es tu error?.

-Pues como hace dos días comenzó la primavera, agregó el poeta, debí escribir:

“Estoy muriendo con la primavera…”.

Y fueron sus últimas palabras. ¿Intuición de poeta?.

Y un aforismo final para este brillante intelectual.

“Cuando los poetas ya no laten, siguen haciendo latir”.

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