lunes, diciembre 9, 2024

Bobby Fischer, un ajedrecista «diferente». Por José Narosky

Desde lo alto se siente mas la caida.

Un 17 de Enero de 2008, moría quien fue considerado el mayor genio del ajedrez: Bobby Fischer.

Un desacuerdo hogareño, la separación de sus padres, lo llevó dolorosamente, a los dos años de edad, a vivir un hecho que no podía entender.

Y así fue creciendo Robert Fisher.

Pasó el tiempo y lógicamente se hizo taciturno y huraño.

Fue quizá el más grande ajedrecista de todos los tiempos.

La misma mente que le permitió llegar a la cumbre del ajedrez no le posibilitó la coherencia mental que necesitaba.

A los 29 años, ya considerado como un genio del tablero, le arrebató el título de campeón mundial al maestro ruso Boris Spassky.

Ni siquiera el brillo de su fama le borró el recuerdo de la prematura oscuridad de su infancia desolada.

A los 32 años, este extraño productor de imprevistos, perdió su corona ante Anatoly Karpov, sin presentarse a jugar.

Inició entonces una reclusión voluntaria que duró 20 años.

Vivía en hoteles de ínfima categoría. Pero su habitación estaba inundada de libros sobre ajedrez.

Fue enorme la cantidad de logros que obtuvo.

Por ejemplo, con sólo 14 años, se coronó campeón de ajedrez de los EE.UU. en mayores.

Pero junto a esas hazañas, tenía a nivel humano, exigencias desmedidas.

En una nota que escribió para una revista norteamericana Fischer expresó que su mayor placer en ajedrez no consistía en vencer al adversario, sino en aplastarlo y humillarlo.

Y agregaba. Si fuera asesino, me gustaría matar, pero lentamente. Para que mi víctima sufriera lo más posible.

Y continuaba: no soy asesino, no porque no tenga deseos de serlo, sino por mi temor a ir a la cárcel.

Aunque estuvo detenido 8 meses en Japón en el año 2004, no por asesinato sino por adulteración de pasaporte.

Solicitó entonces asilo político a Islandia.

A los 62 as. –viviría 2 más- se radicó en Reikiavik, la capital de ese remoto país.

Se lo veía caminar silencioso, sin responder a los cordiales saludos de la gente.

No resulta difícil diagnosticar, que fue también, junto a un genio ajedrecístico, un enfermo mental.

Tenía ya 49 años y miles de días sin siquiera pensar en el ajedrez, cuando aceptó jugar un match con el hombre al que había despojado del titulo de campeón mundial: Boris Spassky.

Fue derrotado fácilmente.

Entrevistado por periodistas declaró:

-“Si. Perdí con Spassky pero confieso que no solo no podría ganarle, y que tampoco me interesaba triunfar.

Sólo quería obtener los 150.000 dólares que me asignaron.

A los 64 años, víctima de una severa insuficiencia renal, Bobby Fischer -que visitó 5 veces nuestro país- moría en casi total soledad en una nación que no era la suya.

Y un aforismo final para este genio del ajedrez.

“Triunfo y derrota suelen estar cerca.

Y a veces juntos”.

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