jueves, diciembre 5, 2024

EL GENERAL PAZ, UNA FIGURA EMBLEMÁTICA DE LA HISTORIA ARGENTINA

Por José Narosky

«Los grandes espíritus no siempre encontraron el camino, pero siempre supieron cuál era».

El General José María Paz fue una de las figuras más significativas de nuestra historia, además de un formidable estratega. También fue autor de un libro, Memorias, de permanente actualidad y profundo contenido.

José Narosky repasa la vida de un personaje importante en la historia de nuestro país.

Se cumplieron más de 150 años de la muerte de José María Paz, el 22 de octubre de 1854. Había nacido el 9 de setiembre de 1791 en Córdoba. Tuvo en vida un enconado adversario. Un tucumano: el General Gregorio Aráoz de Lamadrid.

Poseían ambos caracteres muy antagónicos. Paz era tranquilo, sereno. Aráoz de Lamadrid, en cambio, era vehemente, impulsivo. «Este Paz parece un filósofo, no un militar», comentaba el tucumano Aráoz de Lamadrid, irónicamente. A su vez, Paz anotaría en su libro Memorias: «Lamadrid es un hombre contradictorio. A una audacia a toda prueba, une un carácter frívolo y superficial».

Estos dos hombres fueron rivales desde el comienzo de sus carreras. Participaron en las guerras por la independencia. Aunque pelearon juntos en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma bajo las órdenes del general Manuel Belgrano, en el aspecto humano afloraba siempre un intencionado contrapunto de bromas e ironías sin fin. Y la ironía suele ser una agresión con guantes.

En el combate de Venta y Media una bala le destrozó a Paz el brazo derecho. Este salvó su vida milagrosamente. Como consecuencia de la herida, el bravo cordobés quedó manco para el resto de sus días.

Lamadrid no pareció conmoverse y, en vez de una palabra amable y de consuelo, al encontrarse con su eterno rival murmuró despectivamente: «Ahora, ya no podrá llegar a General, compañero».

Los ojos de Paz relampaguearon con ira. Sin embargo, dominándose, sereno como siempre, contempló al tucumano fijamente, respondiéndole: “No se apresure Ud. en sus conclusiones, Lamadrid. Deme tiempo. Le aseguro que no sólo llegaré yo a General, sino que también tendré después la ocasión de ascenderlo a Ud. a General, en el campo de batalla. Porque aunque no lo estimo a nivel personal, no puedo negar ni su valentía ni su patriotismo”.

La guerra con el Brasil trajo a Paz otra vez a primer plano. Éste y Lavalle fueron los dos mejores combatientes argentinos en esa lucha. Allí, ambos recibieron sus respectivos despachos de Generales de la Nación.

Lavalle venció después a Dorrego. Paz, aliado de Lavalle, empezó su famosa cruzada contra los caudillos montoneros del interior. Luego, en Oncativo y La Tablada, el General Paz, El Manco, un estratega invencible, demostró su valía, al vencer a las poderosas tropas del Tigre de los Llanos, Facundo Quiroga.

Habían pasado 14 años desde aquel día de Venta y Media, la batalla que había inmovilizado su brazo derecho para siempre. Cuando llegó la batalla de Caaguazú. Paz con inteligencia y con sutil estrategia, logró un triunfo total.

Terminada la batalla, reunió a su ejército. Ascendió a muchos de sus hombres. Y a uno de ellos –un coronel- le colocó la insignia de General. Ese coronel se llamaba Gregorio Aráoz de Lamadrid, su adversario de siempre.

El Manco Paz no había olvidado su promesa. Porque su dignidad le decía que «omitir la justicia significaba respaldar la injusticia». Y este humanista, que sabía que en las guerras no hay soldado sin heridas, y que en ellas sólo se mata y se muere, aunque muchos hablen de triunfo, inspiró en mí este aforismo:

«Cuando el soldado ve solamente hermanos, el ejército lo pierde. Pero lo gana, la humanidad».

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