“Un dolor cercano en el tiempo es dolor. Un dolor lejano, es melancolía”.
Considero que el hombre es el mayor de los misterios.
Hubo en la literatura por ejemplo, obras cuya fama casi ocultó el nombre de sus creadores.
Y hay cientos de casos. Muchos oyeron hablar del libro “Alicia en el País de las Maravillas”. Pero no todos saben que su autor era Lewis Carrol.
O de la novela “Lo que el Viento se Llevó”, de la que también se hizo una película. Su autora es Margaret Mitchel. ¿Quién la recuerda?.
Sucede en la música también, son numerosas las veces en las que se conoce mucho la canción y casi no se conoce a su autor.
Una famosa canción española, “El Relicario”, fue cantada por los intérpretes más prestigiosos de la época de su creación, que fue posterior a la Primera Guerra Mundial.
La cantaron Raquel Meller, Josefina Baker, Mauricio Chevalier.
Y posteriormente muchos otros cantantes hasta hoy, inclusive.
“El Relicario” fue tarareada por millones de personas prácticamente en casi todos los países del orbe.
Porque los grandes del arte, derriban las fronteras, lo que confirma que la música es un idioma universal.
La melodía de “El Relicario” es pegadiza, grata, melodiosa.
Pero si hiciésemos una encuesta, ¿cuántos recordarían el nombre del músico creador de tan cautivadora melodía. Se llamó José Padilla?.
Creo que muy pocos, lo tendrán presente.
Padilla nació en enero de 1899, en Almería, una provincia española bañada por el mar Mediterráneo.
“El Relicario” nació de una manera curiosa.
Teniendo el músico Padilla algo más de 30 años, conversaba, en una playa española, con una anciana que vendía refrescos.
Esta, sintió repentinamente un mareo. El músico la hizo sentar en un banquillo.
Ya repuesta, la mujer le contó una historia que Padilla intuyó real y de la que la anciana había sido protagonista.
Al terminar el relato, el músico tomó un papel y escribió en pocos minutos una melodía que las palabras de la anciana –una trágica y personal historia de amor- le inspiró.
Como poseído, el músico corrió a casa de un poeta, llamado Oliveros.
Necesitaba una letra adecuada, para las notas que había escrito.
Padilla, le relató al poeta la historia que había escuchado y que aludía a un encuentro casual entre una joven madrileña –que era la anciana de la playa- y un elegante torero.
El torero invitó entonces a la muchacha a su próxima corrida, que se llevaría a cabo un día lunes feriado. Y ella fue a verlo.
Y quiso el destino que ese día, el toro hiriese de muerte al torero. Y que este, ya moribundo, mirara hacia la butaca de la joven y clavara sus ojos en ella, como despidiéndose, antes de exhalar el último suspiro…
La canción nació con el nombre de “El Relicario”.
Recordemos la sentida letra de la segunda estrofa que dice:
“Un lunes madrileño
Él toreaba y a verle fui
Nunca lo hiciera
Que aquella tarde
De sentimiento creí morir.
Al dar un lance cayó en la arena
Se sintió herido. Miró hacia mí
Y un relicario sacó del pecho
Que yo enseguida, reconocí…”
Y luego el estribillo:
“Pisa morena. Pisa con garbo… etc..”
La difusión de esta canción superó holgadamente la fama del autor de tan bella música: José Padilla.
Y un día de octubre de 1960, hace más de medio siglo, moría José Padilla.
El músico, pidió que en su entierro se ejecutaran los acordes de “El Relicario”, esa melodía que tocó la sensibilidad de hombres de todos los países del mundo, cuyos corazones hizo vibrar al unísono.
Y un aforismo que realmente no lo escribí por José Padilla. Pero que hoy es mi homenaje a este insigne compositor español.
“El gran músico, es un ciudadano del mundo”.