jueves, diciembre 5, 2024

Leandro N. Alem Por José Narosky

“Los idealistas no tienen opiniones. Tienen principios”.

No es mi norma ocuparme de figuras de relevante actuación política, y menos aún, siendo argentinos.

Pero hoy, voy a hacer una excepción. Explicaré el porqué.

Porque este político –y como tal fundó un importante partido en nuestro país como lo es la U.C.R.- fue muchas otras cosas.

Se llamó Leandro N. Alem. Ocupó altos cargos públicos.

Fue además, un escritor de nota. Combatió en la guerra contra el Paraguay, alcanzando el grado de Capitán.

Se recibió de abogado y fue electo, con sólo 32 años, diputado nacional.

Es quizá en este aspecto, el porque de su protagonismo en esta nota de hoy.

Porque defendió con énfasis los derechos de los hijos naturales; impulsó decididamente la inmigración, hizo construir numerosos telégrafos.

Fue realmente –por encima de sus convicciones políticas, un verdadero idealista. Por eso, solía disentir con las ideas de otros hombres, nunca con los hombres.

No ignoraba –inteligente como era- que “idealizar es caminar hacia la desilusión. Pero por un sendero limpio y perfumado”.

Para él la política era una actividad sublime, la única manera de conducir ordenada y correctamente un país.

Pero entendía también, que las críticas no debían dirigirse a la política, sino a muchos hombres que utilizaban la política, en beneficio propio.

Y a esos políticos corruptos y ambiciosos, Alem los combatía con firmeza.

En 1889 con 47 años, fundó un partido que llamó “Unión Cívica de la Juventud”, germen de la futura “Unión Cívica Radical”.

Posteriormente fue elegido Senador Nacional. Terminado su mandato fue detenido por una serie de injustas acusaciones e injurias, por el hecho de haber investigado –y comprobado- delitos de personajes muy vinculados con altas autoridades nacionales.

Un año de cárcel para un hombre de su pureza moral lo envejeció diez años.

Y un primero de julio de 1896, con sólo 54 años decidió quitarse la vida.

Quizá no deseaba la muerte, pero no podía soportar la vida. Poseedor como era, de una fina sensibilidad que le permitía ver con más claridad los hechos, a la vez lo debilitaba frente a la injusticia y al agravio.

Quizás un episodio vivido con sólo 14 años de edad jugó un rol en su decisión final.

Su padre, había sido integrante de una siniestra organización, durante el gobierno de Rosas: La Mazorca.

Él se sintió siempre cerca de su madre y solía oír las críticas de esta a su padre, en ese aspecto.

Su progenitor relataba los crímenes de La Mazorca con una ligereza que su madre no podía tolerar y que el niño Leandro estaba comenzando a captar en toda su dimensión.

Cuando se produjo la batalla de Caseros con el triunfo de Urquiza y la consiguiente derrota de Rosas, los triunfadores, también con una dosis de crueldad, quizá algo menor que la de los derrotados, pero crueldad al fin, decidieron ahorcar a diez mazorqueros.

Uno de ellos fue el padre de Leandro N. Alem.

La madre del jovencito Alem, cometió el error de ir a presenciar la ejecución y llevar a su hijo con ella.

Considero que este terrible episodio, debe haber jugado un papel en su temprana muerte y quizá en toda su trayectoria y en su fervor por la dignidad, por lo justo, por lo honorable.

Y un aforismo final para este insigne patriota argentino llamado Leandro N. Alem de quien calles de prácticamente todas las provincias argentinas, llevan hoy su nombre.

“El idealista sólo persigue el triunfo… de sus ideales”.

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