lunes, diciembre 9, 2024

Linyeras. Por José Narosky


«CUANTO MAS AISLADOS ESTAMOS, MAS MUNDO VEMOS»

Quizá por haber nacido en pleno campo en Darregueira, partido de Puan, en el linde de la provincia de Buenos Aires y La Pampa. Mis ojos infantiles -de 5 o 6 años- guardan aún el recuerdo de un hombre que tuvo la generosidad -sin conocerme- de regalarme un autito de juguete, recuerdo que le faltaba una rueda, pero no me importó, tengo aún en mi retina su imagen y su humilde vestimenta.Poseía un rostro bondadoso curtido por el sol y una barba negra espesa. era un linyera. Este regalo inesperado me insufló una simpatía por los linyeras, que todavía hoy perdura. Años después se despertó en mi espíritu la necesidad de buscar el porque de su curiosa forma de vivir. Hace tiempo leí el trabajo del periodista Hugo Nario en el que este reporteaba a un ex linyera con muchos inviernos.

-¿Porque ese ir y venir de un lugar a otro sin permanecer en ninguna parte?- -es que yo siempre busque la libertad- le contestaba el vagabundo. Se calculaba que en las primeras del siglo XX miles de jóvenes -o no tan jóvenes-, dejaban sus pueblos y ciudades y salian a vender su propia mano de obra individual. Viajaban furtivamente en trenes cargueros. Y recolectaban maíz u otros granos y hombreaban bolsas. Siempre temporariamente, claro.
Así como las leyes de la naturaleza no necesitan redactarse ellos tenían su propio código no escrito.
Por ejemplo: ningún linyera preguntaba a otro su pasado, ni las causas de su forma de vida, ni siquiera su nombre.
Se bajaban en las estaciones ferroviarias de campo, y se alojaban en los galpones donde se guardaba el cereal.
Y algo que llamará la atención de los señores lectores.
Había entre ellos -y no en pequeña proporción- gente culta, ex artistas.
Muchos linyeras, observé, llevaban libros de José Ingenieros, de Sarmiento, hasta de Schopenhauer.
También había, por cierto, gente sin moral. O que huían de la policía.
Pero no olvidemos que el hombre que se abandona, es por que fue abandonado.
Estos hombres, automarginados del progreso organizaban su modo de vida, en torno a un,

Viajaban furtivamente en trenes de carga y recolectaban maíz u hombreaban bolsas. Es decir, que vendían su propia mano de obra, siempre temporariamente. Se los llamó linyeras, palabra derivada del atadito en el que guardaban sus precarias pertenencias y al que denominaban lingher, vocablo de origen piamontés.

Un código no escrito los regía. Ninguno preguntaba al otro por su pasado, ni siquiera su nombre.

Solían bajarse en las estaciones ferroviarias de campo y se alojaban en galpones, donde se guardaba el cereal.

El ferrocarril dirigía sus itinerarios.

Y que no nos sorprenda –lo observé personalmene- muchos leían libros de José Ingenieros, de Sarmiento y hasta de Schopenhauer.

También los había, fugados de la policía, o sin moral.

Pero el hombre que se abandona, suele haber sido abandonado.

Y conocían mucho la naturaleza. Porque necesitaban conocerla.

Si en días de sequía, las vacas aspiraban el aire o los pájaros se revolcaban en el suelo, habría tormenta.

Si las estrellas brillaban más que de costumbre, significaba helada cercana. Creo que si nos mirásemos a los ojos nos veríamos y para los linyeras era más importante olvidar que recordar. Creo que si realmente a los ojos nos veríamos.En general no fueron bien comprendidos, y soportaban, generalmente un cierto rechazo. Es que suele desmerecerse lo que se desconoce.

Solían ser muy individualistas. Iban de a uno, rara vez de a dos y nunca de a tres.

Su mayor problema era la llegada de la vejez-que les llegaba prematuramente-,quizá recién comprendían la fragilidad de la vida al notar su propia fragilidad. A los 50 años se consideran viejos. En ese caso, trataban de conseguir algun carrito desvencijado
Y he querido rendir hoy mi homenaje de gratitud cuyo nombre no supe pero que perdido en la bruma del tiempo me diera una inolvidable lección de generosidad, de cariño de comprensión, solo recuerdo que me habló de su soledad como una especie de enfermedad incurable. Que con mis 5 o 6 años no lo pude entender, mucho tiempo después aprendí que de la soledad no se huye, porque se lleva.

El bucear en la vida de estos seres, me hizo pensar, que muchos de ellos, pudieron ser víctimas de la incomprensión.

Y buscaron entonces, tener tanto cielo sobre sus cabezas como tierra, bajo sus pies.…Y este aforismo final, en la inmensidad el hombre puede encontrarse».

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