jueves, diciembre 26, 2024

Johann Strauss “El Danubio Azul” Por José Narosky

“La memoria olvida. El sentimiento graba”.

El Día Internacional de la Música se celebra el 1 de octubre, fecha establecida por la UNESCO en 1975, para conmemorar sus diversas manifestaciones y su trascendencia a nivel internacional. Es una oportunidad que se nos presenta para honrar a todos los músicos y sus diversos estilos. Querría en este día ten particular, hacer una semblanza de un grande de la música.

En 1855 nació una melodía que aún se ejecuta en las bodas, donde esta pieza musical empuja a todos a bailar con los novios. Se trata del vals El “Danubio Azul”. Su autor: Johann Strauss. Esta música llegó a su mente o a su corazón, teniendo tan solo 29 años y navegando por el río Danubio.

¡Y cómo habrá sido el talento de este músico vienés, que a más de un siglo y medio de su creación, el “Danubio Azul” y docenas de otros valses suyos como “Voces de Primavera”, “Vino, Mujeres y Canto”, “Sangre Vienesa” y operetas como “El Murciélago”, siguen conmoviendo hasta hoy, la sensibilidad de millones de seres humanos!.

Y quise traer su figura a esta nota.

Ya su padre, llamado igual que él, Johann Strauss, escribió más de 150 valses y fue director de orquesta, e inculcó en su hijo la pasión por la música.

Pero ninguno de sus valses tuvieron la fama y repercusión de los de descendiente.

Porque el joven Strauss, no solamente creó valses muy famosos. Hombre al fin, tenía una incurable debilidad. Era un mujeriego empedernido.

Su fama también en ese terreno, había trascendido por toda Viena.

Tres matrimonios y numerosas amantes, definían una personalidad muy “especial” en ese campo, llamémoslo, “romántico”.

Incluso tuvo duelos con maridos indignados, y hasta debió huir de Viena durante unos meses.

Y finalizo con una anécdota que combina su pasión amatoria, con su profunda vocación musical.

Johann Strauss había requerido de amores a una hermosa dama, sin ningún éxito.

Pero un día, imprevistamente para Strauss, ella aceptó compartir un paseo en una pequeña embarcación, que él alquiló para esa ocasión.

El río Danubio sería el escenario adecuado para la cristalización de la aventura amorosa.

Habían navegado placenteramente menos de una hora. Strauss la había tratado con mucho respeto, frenando con dificultad sus impulsos amorosos.

Sólo había alcanzado a susurrar algunas frases románticas al oído de la bella dama, cuando el músico, exclamó repentinamente:

-¡Perdóname. Creo que encontré la melodía!; Por favor no me interrumpas hasta que te avise.

Y se puso a escribir frenéticamente notas musicales en un pentagrama.

Ese día de 1855, nacía el famoso vals “Danubio Azul”.

3 horas demoró Strauss en componerlo. Pero bastaron, para que la joven acompañante no pudiese perdonar lo que consideró una indiferencia total hacia ella.

Y así terminó definitivamente su aventura amorosa. Pero nació, una música inmortal.

Y un día 3 de junio de 1899, a los 73 años moría Johann Strauss, este músico austríaco, que intuyó que crear belleza, es la única forma de vencer a la muerte.

Es que la belleza es inmortal.

En definitiva, Strauss dio a la humanidad una melodía perdurable; a su patria, Austria, el honor de contarlo como su hijo.

Y esta melodía hizo nacer en mi, este aforismo.

“Cuando las artes florecen, los pueblos florecen”.

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