“Quien tiene ideas es fuerte. Pero quien tiene ideales es invencible”.
La Aviación de Ejército fue creada el 17 de noviembre de 1958. La principal misión de esta tropa técnica, es brindar apoyo e incrementar la capacidad de las fuerzas terrestres durante operaciones militares.
Aludiré hoy a Carola Lorenzini, que si bien fue la primer mujer piloto de la Argentina, no tuvo rango militar y si tuviera que calificarla, la llamaría heroína.
También quiero rendir en estas líneas, homenaje a los héroes anónimos y gloriosos de nuestra fuerza aérea, que mostraron su valor e hidalguía en la guerra de la Malvinas. Valor exaltado incluso hasta por nuestros enemigos de entonces. Estos héroes Argentinos, casi sin recursos y con una diferencia tremenda en cuanto a tecnología, marcaron a fuego el balance bélico de entonces, al punto tal de hasta haber colocado a la flota inglesa al borde del colapso por sus valerosas hazañas.
Pero volvamos a Carola Lorenzini. Hay una calle de la “Ciudad Jardín Lomas del Palomar” y otras en 4 ò 5 ciudades argentinas, entre ellas Alejandro Korn en el sur del Gran Buenos Aires (donde ella nació) que la recuerdan. Pero la ingratitud de los pueblos, que suelen olvidar a muchos de sus mejores representantes, hace que no todos sepan ya, quien fue esta aviadora argentina alta y espigada.
¿Porque dije heroína? Porque hace casi un siglo, cuando la aviación estaba prácticamente en pañales, ella establecía el record sudamericano femenino de altura en avión.
Un 31 de marzo de 1935 a las 8 de la mañana Carola Lorenzini subía a un avión, en Morón y se elevaba hacia el cielo.
Creo que los que viajan hacia el firmamento a veces tropiezan. Pero quizás el cielo los ayuda a no caer.
Tres horas después aterrizaba en el mismo lugar con el record en su mano. Había alcanzado más de 3.800 m de altura.
Carola Lorenzini había sido una excelente atleta, gran nadadora, con varios premios obtenidos.
Trabajaba en la “Compañía Unión Telefónica” la que después se denominó “ENTEL” y hoy Telefónica y Telecom.
Pero sus ausencias al trabajo se hicieron demasiado frecuentes. Su vocación de volar se imponía en ella.
Ante un reproche de su jefe le replicó:
-“Disculpe Sr. Necesito trabajar para comer, pero necesito volar, para vivir…”
Un hecho curioso es que obtuvo recién a los 34 años su brevet de piloto.
Cinco años después el ministerio de guerra así se llamaba el actual ministerio de Defensa le facilitó un avión “Focke Wulf” para que efectuara un vuelo por todo el país.
Recorrió las 14 provincias que había en aquella época y las 3 gobernaciones. Todo esto en poco más de un mes.
Voló más de 5.000 Km. efectuó docenas de exhibiciones de alta acrobacia en todas las ciudades donde se detuvo.
La fama “tocaba”, si cabe la expresión, a esta intrépida aviadora nacida en agosto de 1899 en “Empalme San Vicente” (hoy Alejandro Korn) en el sur del Gran Buenos Aires.
Era la séptima entre 8 hijos.
Cursó sólo hasta cuarto grado primario.
En la escuela de la vida ella había elegido sus maestros.
“Intuía” que “la ciencia puede aprenderse. Pero el saber sólo reflexionarse”.
A los 11 años dialogaba con su madre:
-“Mamá”, le decía “si los pájaros vuelan ¿por qué no voy a poder volar como ellos?”.
Carola Lorenzini tenía un gran coraje natural.
Llegó a domar potros y en su pueblo natal, fue la primera en manejar un auto y también en cruzar sola en avión el Río de la Plata.
Se considera que con Jorge Newbery fueron los 2 exponentes más altos de la aviación civil Argentina.
Fue además la primera mujer en ser aceptada como instructora de vuelo en Sudamérica.
Y llegó la última semana de noviembre de 1941.
Hacía poco más de tres meses había fallecido el famoso poeta y filósofo Hindù Rabindranat Tagore. Premio Nobel de Literatura que había influido mucho en su formación espiritual.
La muerte de Tagore la había sumido en una honda tristeza que muchos consideraron excesiva.
Es cierto que la sensibilidad no implica sensatez. Incluso puede quitarla. Pero así y todo nadie tiene derecho a ser juez del sentimiento de otro ser humano.
Estaba realmente desolada por la muerte de Tagore a quien había conocido cuando el escritor hindù visitó nuestro país.
De cualquier manera y en muy bajas condiciones anímicas, se hizo presente ese fatídico día de noviembre en el aeródromo de Morón. Tripularía un Piper.
A las 16 hs. Se elevó con su avión para realizar sus clásicas acrobacias en homenaje a 4 aviadores uruguayos que visitaban nuestro país.
Llegada a los 900 m de altura su avión entró en picada. No pudo salir de ella y se estrelló ante la aterrada mirada de más de 2.000 personas.
Tenía solamente 42 años. El tiempo desdibujo su figura y su nombre. Pero Dios le brindó una feliz posibilidad: morir haciendo lo que más amaba.
Y uno de mis aforismos para Carola Lorenzini, una mujer que hizo de su ideal, su destino.
“Van hacia su destino, sólo aquellos que saben buscarlo”.