viernes, julio 26, 2024

Carta abierta a Javier Milei

Para ser consistente con su lógica de estadista y de economista liberal, sería una política razonable subsidiar a los alumnos y no a los colegios. La educación es la única rama del entramado social en donde el poder no lo tiene la demanda, sino la oferta. Absurdo. Así son los resultados.

Tengo el agrado de dirigirme a Ud. ahora, dos meses antes de que los efluvios del triunfo y la algarabía de la victoria le impidan leer mi carta con serenidad y fría racionalidad.

Entiendo que a ningún político le importa la educación. Es un tema que ya ni siquiera se aborda en la campaña.

Sin embargo, la misma es la base del futuro de una nación. Usted tiene previstas reformas de tercera generación, las cuales serán sembradas en terreno infértil, si no comenzamos ya mismo con el diseño de un sistema educativo. Lo que tenemos ahora, es la nada misma. Una tragedia escolar y una catástrofe educativa como nunca se ha visto. Los interesantes a la universidad no saben leer ni pensar. Imposible construir profesionales con esta materia prima corroída por la ignorancia y el desinterés.

Primeramente, me gustaría sugerirle con todo respeto que en el Museo de los Anacrónicos Fracasos, donde colocará Ud. al Banco Central, a nuestra actual moneda de curso legal, a las retenciones al campo y otras abominaciones, guarde un lugar para las Direcciones Generales de Escuelas provinciales.

No escapa seguramente a vuestro atento conocimiento, que desde el punto de vista educativo, Argentina en un rejuntado de feudos provinciales, donde cada cual hace lo que le resulta conveniente políticamente, siempre nivelando para abajo, por supuesto.

Este mecanismo de corrupción en la distribución y los correspondientes retornos en los subsidios a los colegios privados, fuente de financiamiento inagotable de caudillos locales, ha contribuido al desastre escolar que hoy viven nuestros alumnos y docentes.

Hay que entender que la educación debe ser una política de Estado a nivel nacional, tan importante como las relaciones internacionales, la seguridad nacional y la economía.

A tal efecto, un Ministro de Educación Nacional fuerte, concentrado en desarrollar el aprendizaje dentro del aula, es fundamental. No puede ocupar ese cargo alguien proveniente de la casta política, porque no podrá entonces realizar las reformas que propongo a continuación, debido a las ataduras de los poderosos intereses que se verán afectados. Tampoco puede el encargado de esta revolución educativa desperdiciar su tiempo negociando con los sindicatos docentes, transar con las cuestiones salariales, manejar “la caja” ni coordinar la logística protocolar. ¡Tiene que dedicarse a enseñar a los chicos y adolescentes únicamente!

Dicho Ministro tiene que tener los pantalones bien puestos. Necesitará volver a traer a todas las escuelas del país a su órbita de conducción, capacitación, contralor y financiamiento. Lo mismo deberá realizar con los profesorados, a los efectos de convertirlos en verdaderas universidades de formación de formadores. Los docentes tienen que volver a ser profesionales jerarquizados como antaño, y no en los obreros de la educación en que los hemos convertidos vergonzosamente en el siglo XXI.

Para ser consistente con su lógica de estadista y de economista liberal, sería una política razonable subsidiar a los alumnos y no a los colegios. La educación es la única rama del entramado social en donde el poder no lo tiene la demanda, sino la oferta. Absurdo. Así son los resultados.

Los aportes estatales a la educación privada, que los gobernadores otorgan a sus colegios amigos y no a quien verdaderamente lo necesita o lo merece, deben ser eliminados. Con esos fondos billonarios, se conformaría un sistema de vouchers que se otorgará a cada alumno, para que con ellos sus padres paguen el colegio que más se adecue a su estilo de aprendizaje y a sus fortalezas.

¿Cómo saber cuál elegir? Porque su gobierno, que priorizará la libertad y la transparencia, removerá, le duela a quien le duela, la connivente opacidad y el impune encubrimiento de los resultados de la medición de la calidad educativa, publicando los resultados de cada colegio anualmente.

No es una gestión para tibios, ineficientes, calentadores de sillones o personas a las que les cuesta salir de la zona de confort. Será una tarea gigantesca e incómoda, pero alguien alguna vez la tiene que asumir.

Una vez estructurados estos conceptos básicos, hay que ocuparse de que los chicos aprendan. De que estén motivados. De flexibilizar los grados por intereses académicos; ya no pueden estar divididos como compartimientos estancos agrupando chicos por edad cronológica.

Además, es imperiosa la instrumentación de métodos de casos, compactaciones curriculares y olimpiadas en todas las áreas, para estimular la competencia. Hay que rediseñar todo el material de lectura, generando libros disruptivos y desafiantes, para despertar en los niños la pasión por este arte que ha prácticamente desaparecido. La motivación es fundamental en el proceso de aprendizaje.

Es una necesidad básica que cada escuela cuente con un centro de alto rendimiento académico, para atender a los alumnos brillantes, tal como lo estipula el art. 93 de la Ley de Educación Nacional. No puede haber sólo gabinetes psicopedagógicos que se ocupen de los problemas, pero no abracen los talentos. Además, es ilegal que los distritos escolares no adhieran a esta norma nacional. La ley del menor esfuerzo otra vez prevalece sobre el derecho de los niños.

La meritocracia y la competencia tienen que volver a estar a la orden del día, para que las aulas sean verdaderos laboratorios donde se vive entusiastamente en alta tensión intelectual. Igual que ocurre en el deporte.Le pido a Dios le otorgue a Usted la visión necesaria para rodearse del equipo adecuado para abordar esta ciclópea tarea. Que no le ocurra como a alguno de sus antecesores, que vieron escurrirse por el sumidero sus buenas intenciones por su incapacidad ejecutiva y la de su equipo.

Indudablemente, sin esta tarea bien hecha, cualquier progreso económico quedará como siempre limitado al cortoplacismo, cercenado por el oportunismo de los burócratas de turno y terminará indefectiblemente fagocitado por la mediocridad de la coyuntura.

Sin otro particular, lo felicito por los logros, y lo saludo muy atentamente.

DR. DANIEL RICART

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