Un terremoto o sismo o movimiento telúrico -son sinónimos- es una sacudida pero muy brusca de las capas de la corteza terrestre. En general dura, en el momento de mayor intensidad, sólo unos pocos segundos.
Los movimientos sísmicos se cuentan entre los más graves flagelos que han debido afrontar los hombres en todas las etapas de la trayectoria humana. Se calcula que se han registrado en la historia del hombre cerca de 7.000 terremotos, de los cuales cerca de 300, casi un 5% fueron lo suficientemente fuertes, como para destruir en ocasiones hasta ciudades enteras y causar como consecuencia miles de víctimas.
Se considera que el 75% de los tsunamis, un tipo de terremotos generados bajo el mar que suelen ser de gran magnitud -más de siete grados en escala Richter-. Entonces, grandes bloques de roca se desplazan súbita y verticalmente a lo largo de una fractura en las profundidades de los océanos. En ese sentido, la zona afectada por este tipo de fenómenos es el Pacífico, por que allí se encuentra la zona tectónica más activa del planeta, el llamado «Cinturón de Fuego».
Uno de los más poderoso de los que se tiene memoria, el de Pompeya, en el primer siglo de nuestra era, acaeció el de Shensi, en China, en 1556, que causó 800 mil muertes. Superaron las 100.000 víctimas el de Messina (Italia) en 1908 y el de Tokio y Yokohama (Japón) en 1923, los dos ya en el Siglo 20.
En nuestro continente, sin llegar a estas cifras de muertos, causaron numerosas víctimas, dos en EE.UU.: el de Charleston en 1886 y el de San Francisco en 1906. En 1960, Chile y diez años después Perú, soportaron violentos movimientos telúricos, también con miles de muertos. En Chile se reiteró con menos víctimas en 2010. Sin olvidar los de Nicaragua y Guatemala también en el siglo XX en la década del 70.
En nuestro país recordemos dos sismos importantes con más de 10.000 víctimas en cada caso. En Mendoza en 1861 y el de San Juan en 1944. En 1977 se registró otro también en San Juan, un 23 de noviembre, en la ciudad de Caucete, pero con pocas víctimas porque su epicentro estuvo en un área fundamentalmente rural.
A mediados de enero de 2010 se produjo el terrible terremoto de Haití, el país más pobre del continente americano. Tenía en sus 27.000 Km cuadrados unos nueve millones de habitantes. Su capital es Puerto Príncipe. Y una doble fatalidad.
Es sabido que se denomina epicentro de un terremoto al punto que corresponde al lugar del área de mayor concentración sísmica, que es donde se da el mayor impacto, naturalmente.
Pues bien, el epicentro de este fenómeno de Haití estaba a sólo 15 kilómetros de Puerto Príncipe, la capital del país. Y además no estaba a 100 o 200 Km de profundidad, como suele suceder. Estaba a sólo 10 Km de la superficie. Además las construcciones –casi todas de madera- no eran en absoluto antisísmicas. Por eso los cientos de miles de víctimas.
Además Haití carecía prácticamente de árboles, porque habían sido talados casi en su totalidad. Incluso su población no tenía suficiente atención médica, comida agua, ni siquiera un estado organizado que pudiese aliviar esa situación.
En otro orden de cosas, Haití fue la primera república negra del mundo en la que esclavos prácticamente analfabetos, en su mayoría, derrotaron en 1803 a las tropas de Napoleón Bonaparte y el 1 de enero de 1804 declararon su independencia.
El hombre, con todos los avances técnicos que ha logrado no puede todavía predecir este fenómeno natural que es un sismo. Y un ejemplo, con una anécdota que nos dice claramente de las limitaciones de los seres humanos frente a los animales.
Un 17 de abril de 1906 era un día histórico para la ciudad de San Francisco, en los EE.UU. Porque el famoso tenor italiano Enrico Caruso, el número uno de su tiempo, cantaba esa noche en el teatro de la ópera de esa ciudad. Muchos de los espectadores salieron del teatro a la medianoche a tomar una copa y comentar el acontecimiento musical. Pocos, o quizá nadie, repararon en que cientos de miles de pájaros, misteriosamente, abandonaban sus nidos alborotando con sus gritos la serenidad nocturna. Horas después, en la madrugada del 18 de abril de 1906 un terremoto devastó a la ciudad de San Francisco.
Treinta segundos fue la duración del primer terremoto y 15 segundos la de un segundo sismo, minutos después. En pocas horas una ciudad de 400.000 habitantes, quedó destruida en un 80%. Pero quizás no hubiese abarcado este tema sino hubiese sucedido en marzo de 2011 el terrible terremoto de Japón de 9 grados escala Richter, el quinto terremoto por su potencia, de los últimos 100 años, con mas de 100 replicas de las cuales la mayoría superaron los 6 grados.
Pensar que las avecillas habían captado con antelación un fenómeno natural que los hombres no pudieron prever. Una nueva ratificación que en muchas áreas, los animales nos superan y que el hombre cree ser superior a ellos, solo por que posee la capacidad de hablar. Pero ellos tienen un idioma que jamás se aparta de la realidad.
Y un aforismo final con relación a esta apreciación
“El lenguaje de la naturaleza sólo expresa verdades”.