El clásico nido del hornero, que suele verse en casi todo el territorio de la Argentina, fue protagonista de una prestigiosa revista internacional de biología, que publicó una investigación que realizaron científicos argentinos sobre la construcción del ave nacional y que permitió conocer asombrosos detalles de ese hábito.
El proyecto Hornero, conducido por la bonaerense Lucía Mentesana y el neuquino Nicolás Adreani, fue publicado días atrás en Current Biology, una destacada revista científica británico que cuenta con más de tres décadas de vida.
Con el objetivo de profundizar el estudio sobre el ave nacional, habitante de ambientes tanto urbanos como campestres, los argentinos habían lanzado en 2018 un proyecto de ciencia ciudadana que recopiló datos a través de una aplicación y con ayuda de la sociedad para conocer detalles respecto a la construcción de su típico nido, así como también apuntaban a eliminar la brecha entre el público y la comunidad científica.
Con sus 20 centímetros de longitud y sus 54 gramos, el Furnarius rufus es una de las aves que se pueden reconocer con mayor facilidad, tanto por sus colores, como por su canto y, básicamente, por su particular nido construido de barro.
Imagen del billete de mil pesos desde 2017, el hornero fue designado como ave nacional en 1928, cuando la Asociación Ornitológica del Plata la ungió con ese rol en base a una encuesta del diario La Razón destinada a alumnos de escuelas primarias y secundarias.
Su amplia distribución geográfica a lo largo y ancho del país, tanto en ciudades como en zonas agrarias, su cualidad de constructor, su sedentarismo y el hecho de mantener una pareja estable a lo largo de toda la vida fueron algunos de los datos que los chicos de aquella época resaltaron a la hora de elegir a esta pequeña ave como representante de la Argentina.
Sin embargo, hasta el momento no se había desarrollado una investigación profunda sobre los factores que lo llevan a construir de una determinada manera ese característico nido de barro, raíces, pajitas, estiércol o crin de caballo, utilizando su pico como única herramienta.
Tras haber logrado el relevamiento de casi 13 mil nidos gracias a un total de 1.270 científicos ciudadanos de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil (algo que jamás hubieran podido lograr si ellos dos se encargaban en solitario del trabajo de campo), los biólogos argentinos descubrieron que «la posición de la entrada del nido no es algo que ocurra por casualidad ni que se explique por variables ambientales como la temperatura, la lluvia o las propiedades del lugar de nidificación».
En diálogo con NA, Mentesana y Adreani contaron que también pudieron darse cuenta de que «la asimetría del nido es muy repetible entre parejas de horneros: es decir, es muy probable que una pareja construya siempre el mismo tipo de asimetría».
«Esto es muy interesante porque en esta especie tanto el macho como la hembra cooperan para construir el nido, por lo que de nuestros hallazgos surgen diferentes preguntas. Por ejemplo, ¿la asimetría está determinada genéticamente o podría haber algún componente cultural? ¿La asimetría está definida por un solo pájaro de la pareja o ambos tienen que «coincidir» en ella? ¿Podría una falta de coincidencia tener consecuencias negativas para la pareja?», añadieron.
Para los científicos argentinos, este trabajo «abre cuestiones novedosas en el campo de la arquitectura animal, tanto desde una perspectiva evolutiva como desde el punto de vista del comportamiento animal». «Hasta ahora, nunca se habían investigado las asimetrías bilaterales en una estructura de construcción colectiva de un vertebrado. La simplicidad del rasgo (es decir, fácil de observar y medir) puede convertirse en una poderosa herramienta para entender mejor la construcción de nidos», añadieron.
Construido durante entre seis y quince días, el afamado nido de hornero pesa entre cuatro y cinco kilos, puede soportar hasta 100 kilos y mantenerse firme a pesar del sol o las tormentas: pese a su resistencia, todos los años confeccionan uno nuevo y abandonan el viejo, que suele ser ocupado por otras especies que aprovechan la construcción.
«El proyecto surgió desde la curiosidad. Los horneros siempre nos han llamado la atención. Es un ave que tiene comportamientos muy particulares como, por ejemplo, la defensa de su territorio o su canto. A su vez, se caracteriza por la complejidad de su nido, que es construido por ambos miembros de la pareja. Una de las cosas que más curiosidad nos daba era saber si el comportamiento de construcción del nido es aprendido o no. Si miramos un nido de frente, observamos que algunos tienen la abertura a la derecha, mientras que en otros está a la izquierda.
Es decir, hay una asimetría natural», contaron los biólogos.
Pero, más allá de todo lo que pudieron descubrir sobre el nido del hornero, Mentesana y Adreani se vieron totalmente sorprendidos por lo hondo que caló la decisión de que sea un proyecto de ciencia ciudadana. Con esa metodología, la bonaerense y el neuquino también pudieron cerrar un poco «la brecha importante que hay entre los científicos y la gente, y este proyecto tiene como objetivo mostrar que hacer ciencia puede ser divertido y sencillo».
«Descubrimos que la metodología de la ciencia ciudadana es extremadamente enriquecedora y puede tener un gran impacto tanto en la comunidad como en los investigadores. Genera una conexión directa entre ciencia y sociedad. Personas que viven en ciudades se ponían en contacto con nosotros y nos decían que gracias a la aplicación Hornero habían redescubierto la naturaleza incluso en parques urbanos, reavivando su vínculo con la naturaleza. También tuvimos casos de personas que estaban pasando por situaciones duras de salud y la app les `obligó´ a salir y moverse, lo que repercutió positivamente en su recuperación», concluyeron.
EL NIDO DEL HORNERO, CASO DE ESTUDIO DE UNA PRESTIGIOSA REVISTA INTERNACIONAL
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