“No se sufre la soledad. Se sufre el porque de la soledad”.
Franz Schubert el eminente músico austríaco nacido en Viena, ostenta, diría un triste record entre los grandes de la música universal.
Fue -de los genios de la música- el de más corta existencia. Vivió solamente 31 años. Pero como si Dios hubiera querido compensarlo, lo dotó de un precoz talento.
A los 18 años ya había escrito 5 óperas y 150 canciones.
Tenía etapas en las que componía 6 o 7 canciones en un solo día.
Su padre, que era maestro de escuela y violoncelista aficionado se casó con una mujer de muy dulce carácter.
Tuvieron 14 hijos, de los que sólo 5 pasaron la adolescencia. Un drama familiar, no pequeño.
Schubert soportó toda su vida penurias económicas y hasta hambre.
Entre los 11 y los 16 años, vivió en la Escuela de la Corte Imperial, integrando el coro. Un concurso que ganó, le había posibilitado el ingreso. Eso le aseguraba alimento y sobretodo… música.
Allí aprendió violín y piano. Sus profesores lo admiraban por su talento musical. Uno de ellos expresó: “Nada puedo enseñarle. Todo lo aprendió de Dios”.
Schubert escribió, ya adulto, música para orquesta como la ópera “Rosamunda” y la famosa “Sinfonía Inconclusa”.
También creó música vocal. ¡Quién no recuerda su “Ave María” y la famosísima “Serenata” también para piano!.
Compuso los conocidos momentos musicales…
Admiraba a Mozart, pero fundamentalmente a Behetoven que vivió en su tiempo y en su ciudad, Viena.
Behetoven le llevaba más de 25 años y falleció a los 56 años un año antes que Schubert.
Fue un gran golpe para él aunque no está muy claro si tuvieron un trato muy personal.
Schubert, no tuvo prestigio ninguno en vida, salvo algún éxito esporádico recién pocos meses antes de su muerte.
Precisamente en marzo de 1828 el año de su fallecimiento –moriría en noviembre- la sociedad de Músicos de Viena organizó un concierto con sus obras. El éxito fue total.
Se organizó entonces un segundo concierto que jamás se realizaría. Porque Schubert moriría pocos meses después, a los 31 años.
Ocho años antes teniendo sólo 23 años un episodio penoso lo había deteriorado moralmente.
Se había presentado en uno de los más importantes teatros de Viena su ópera “Rosamunda”, cuya obertura ya es una verdadera joya musical.
Él estaba sentado casi escondido en la última fila del Paraíso. Nadie notó su presencia. Cuando finalizó “Rosamunda” los aplausos muy prolongados atronaron el teatro.
Pero alguien lo había reconocido y entonces se solicitó su presencia en el escenario.
Además de su acentuada timidez, Schubert vestía un viejo y muy raído sobretodo. Decidió no aparecer frente al público. No se animó.
Como los aplausos continuaban. Escapó literalmente hacia la calle, simultáneamente avergonzado… y feliz.
Pero al día siguiente un crítico escribió en el diario principal de Viena: “Anoche hubo excesivos aplausos para una obra mediocre que no perdurará”. Es que los que vuelan rozan con sus alas a los que no pueden volar…
Por supuesto, que quien no perduró fue el crítico. Pero a raíz del comentario en el periódico, “Rosamunda” fue retirada de cartel. Evidentemente, “el microbio más pequeño puede producir el mayor de los daños”.
La permanente pobreza material, las frustraciones y una enfermedad venérea lo iban derrumbando.
Del joven Schubert de baja estatura, pero corpulento y de un brillo intenso en los ojos, sólo quedaba un hombrecillo frágil y apagado, que a los 31 años parecía tener más de 50.
Ni siquiera el 10 % de sus obras llegó a editarse en vida. Y no llegaron a captar su talento excepcional ni sus propios padres, sus hermanos, los editores, ni siquiera los críticos.
Su excesiva timidez le impidió enfrentarse con la incomprensión y la injusticia. Hasta que sumó una fiebre tifoidea que puso fin un día de noviembre de 1828, a su torturada existencia.
Pero este músico, como todos los grandes del arte, es un vencedor de la muerte. Porque “el milagro del arte desconoce el tiempo”.
Y porque además, el gran creador siempre lleva el triunfo consigo. Aunque no triunfe…
Y finalizo con un aforismo que alude a esta timidez de Franz Schubert que tan negativo papel jugó en su vida:
“De las prisiones sin rejas, es difícil escapar”.