sábado, julio 27, 2024

“Un juez injusto es un delincuente con impunidad”. Por José Narosky

Narosky/Silla eléctrica. El primer ejecutado con la silla eléctrica fue William Kemmler; la ejecución se llevó a cabo en la Prisión Auburn en Nueva York en 1890.
Hoy les voy a contar otra trágica historia.
Un escritor best-seller fue ejecutado en las cámaras de gas de la prisión de San Quintín, en California, EE. UU., después de 12 años de lucha judicial.
Su nombre: Caryl Chesman. Su caso conmovió al mundo.
En mayo de 1948, este norteamericano, que tenía 27 años, fue condenado a muerte. Su delito, violación. Además tenía antecedentes penales.
En uno de los cuatro libros que escribió en la celda –denominado precisamente “Celda 2455”- nos descubre su infancia, humilde y triste.
Su padre, fue un alcohólico, que se suicidó desesperado por la parálisis total de su esposa, su madre.
El chico,  comenzó con pequeños hurtos.
Fue detenido. Al salir reincidió.
Varios robos lo llevaron otra vez a la cárcel por tres años.
Diferenciemos con un ejemplo el robo del hurto.
Si una bicicleta está solita en la puerta de una casa, quien se la lleva comete un hurto.
Si la bicicleta está adentro y alguien rompe la cerradura, penetra y se la lleva, comete robo que el Código Penal, sanciona con más pena.
En libertad nuevamente, cometió otro robo, lo apresaron.
Lo condenaron a seis años de cárcel.
Ya en libertad. En esos días, en Los Ángeles, se cometió una violación y se
sospechó de él.
Lo detienen. Y lo condenan a muerte casi de inmediato.
Y ahí comenzó la lucha tenaz de Caryl Chesman durante 12 años. Desde 1948 hasta 1960.
Presentó 45 apelaciones, llegando inclusive, hasta la Corte Suprema de los
EE.UU.
En ese lapso, estando preso, publicó sus libros. Que tuvieron un resonante e inesperado éxito.
Ganó más de 100.000 dólares, por derechos de autor.
Para defender su causa contrató entonces a los mejores abogados de EE.UU.
Él mismo ayudaba a su propia defensa.
Podía hacerlo, porque era inteligente
y además, porque hay heridas que duplican la fuerza del herido…
El delito del que se le acusaba nunca se pudo comprobar fehacientemente.
Vamos al hecho que motivó su última detención.
Un joven, llamado Frank junto a Alicia, su novia, se encontraban dentro de un automóvil en un parque de Hollywood.
Oyeron que otro coche estaciona detrás y notaron que su conductor tenía prendida una fuerte luz roja que entraba por el vidrio posterior del auto de los novios.
Cuando la pareja quizo reaccionar, un revólver ya los apuntaba. Quien lo empuña, tenía el rostro cubierto con un pañuelo. Les pidió dinero al tiempo que quitaba la llave del auto y obligaba a la joven Alicia a acompañarlo.
La llevó con él hasta las afueras. Allí, la violó salvajemente.
El joven Frank –el novio- declaró en el proceso que no podría reconocer al
delincuente.
La joven dijo, que el violador es de mediana estatura. Y Caryl Chesman medía más de 1,80 m.
Pero hubo otras contradicciones. Durante 12 años, el detenido, luchó tenazmente para salvar su vida.
Su libro “Celda 2455”, que incluso fue llevado al cine, recorrióe el mundo y le sumó adherentes en la prensa,
radio y TV.
Y un día de mayo de 1960, 12 años casi exactos de ser condenado, cuatro fornidos guardias, entraron en su celda para conducirlo esposado hacia la muerte.
Tal vez, no se sabrá nunca si Caryl Chesman fue culpable o inocente. De cualquier manera, él nació víctima de su infancia sin rumbo.
Y le tocó, en última instancia, un juez inhumano, que no aceptó algunas pruebas.
Y un juez inhumano nunca puede ser justo.
Ese juez había declarado a la TV
norteamericana, antes de rechazar el último pedido de prórroga:
-“Estoy totalmente convencido que Caryl Chesman es culpable”.
Un juez que prejuzga, ya está juzgando.
Agregaría: que es una total falta de ética que un juez manifieste su opinión, antes de dar su fallo.
Pero, en las 24 horas previas a la ejecución, los abogados del reo descubrieron una prueba irrefutable que podría, sin duda salvarlo.
El día en que se cometió la violación, Chesman estaba preso en otro Estado y había salido en libertad, recién al día siguiente.
El juez sólo les respondió ásperamente.
-“Hace ya tres horas que venció el último plazo para la presentación de pruebas”. Es decir, priorizó lo legal, antes que la verdad.
Se me ocurre pensar que es preferible la crueldad confesada que disfrazada de justicia o de legalidad.
Pero cuando sentaron al acusado en la fatídica silla eléctrica, Caryl dijo palabras que el juez –presente- no pudo ya olvidar, según confesó posteriormente.
-“Tengo sólo 39 años”, expresó, momentos antes de ser electrocutado.
-“Me falta un minuto para morir. Y en el último minuto de su vida, ningún hombre miente. Y yo, juro por mis hijos, que soy inocente”.
¡Qué podríamos agregar!.
Solamente un aforismo:      
“La justicia demasiado estricta, roza la injusticia”.

  

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